martes, 10 de junio de 2014

El Perro del Peregrino.

Los amigos del peregrino

            Los alumnos de 3º leyeron una novela de Liliana Bodoc llamada El perro del peregrino, que cuenta la historia de Jesús desde la mirada de Miga de León, su perro: un cachorro al que el peregrino salva de las aguas del Tiberíades, y que desde entonces lo sigue en su recorrido...

Aprendí de mi padre a recorrer las calles.
Mi padre es andariego y conversador.  Se detiene con gente de distintos olores, los que huelen a satisfacción, los que huelen a amargura.  Yo aprovecho esos largos momentos para hacer mis recorridos por las calles de Cafarnaún, de Betania, de Nazareth, porque mi padre nunca está quieto.
Sé que después volvemos a encontrarnos en algún lugar, y entonces él me sonríe y yo también.
(…)
Su madre siempre me pide que lo cuide y yo lo hago.
Nunca voy a olvidar que me sacó de una bolsa llena de agua.  Y nunca voy a amarlo menos.
Liliana Bodoc
El perro del peregrino


A partir de esta novela, los alumnos de 3º eligieron un personaje de la vida de Jesús y escribieron una historia desde la perspectiva de ese personaje.  Compartimos con ustedes algunos de estos relatos…

La crucifixión
Me tocaba a mí, tenía que hacerlo, era mi única opción.  El hombre estaba inmóvil sobre los tablones de madera roja.  Así que lo hice.  Un martillazo y luego otro, un grito y luego otro.  Poco a poco fueron subiendo la cruz y se levantaban las voces, llantos, insultos, disculpas…
Las mujeres lloraban y los hombres también.  Lentamente se estaba yendo, minuto a minuto.  Se escuchaban sus gritos de dolor y de pena, su sufrimiento no acababa ahí.
La lanza entró entonces, no salió más que agua, ya no había sangre ni vida.
Yo me tuve que encargar de llevarlo a su sepulcro y me ocupé de taparlo bien.  ¿Quién pensaría que estaría allí tan poco?
Ignacio Silva y Juan Pablo Marenco Mattos
3º A 

El discípulo del peregrino
Me sentí traicionado, el Mesías que tanto había esperado nos había abandonado.  Al haberse negado a iniciar la rebelión contra los romanos, mostró no ser el mesías que todo zelote esperaba.
-Esto es inaceptable-, decía uno de mis compañeros zelotes.
-Nos ha abandonado- le respondí a otro.
No podía quedarme con los brazos cruzados mientras usurpaban el nombre del mesías.
-Debo hacer algo- me dije a mí mismo. 
Al día siguiente me reuní con un grupo de soldados romanos.
-¿Tienen el dinero?- pregunté a los romanos.
Los guardias asintieron mientras me lanzaban la bolsa llena de monedas de plata.
-Aquel al que bese, será el que buscan- respondí.
Dicho esto me acerqué al grupo de discípulos y besé en la mejilla al que alguna vez llamé maestro.
Entonces, los soldados romanos se acercaron y apresaron al mesías.
Días después, llegó la noticia de cómo el mesías había sido crucificado.  La persona a la que alguna vez llamé maestro, había muerto.
Lucía Colombo y Matías Merlo
3º A
 
El primo del peregrino
Así que éste es mi final.  Por caprichos de una mujer, mis buenos actos ya no importan más.  El sol del desierto picaba en mi nuca, descascarando mi piel escamosa y dejando ampollas que ardían no más que mis heridas en la espalda a causa de maltratos.  Me encontraba inconsciente pero pude notar que dos hombres me tomaban por los brazos y me arrastraban hasta el centro de una multitud.  En la multitud pude divisar un niño, cuando por detrás sentí el mango de una espada golpear bruscamente la parte trasera de mi cabeza y todo se oscureció en un recuerdo.

En un sendero al lado de un prado, mi primo se encontraba descalzo trepando un árbol de manzanas, tratando de atrapar una lagartija.  Yo me encontraba jugando con una ramita cuando oí el grito de Jesús.
Se había caído del árbol y se había hecho un profundo raspón en la rodilla.  Corrí hasta el pozo y llené un recipiente con agua, lo más rápido que pude.  Luego me senté junto a él y le limpié la herida.
-Jesús, eres muy travieso como yo, pero descuidado- le dije.
-Lo sé, primo, pero esa lagartija hizo que quisiera atraparla- me contestó.
-No debí dejarte hacer lo que hiciste, tu herida podría haber sido peor y si mi mamá se entera…
Y lo que escuché luego salir de su boca marcó el resto de mi vida.
-Juan, tú eres dueño de tus propios actos.  No fue tu culpa.
No pude evitar mi emoción por lo que me había dicho y lo abracé fuerte.  Así jamás podría olvidar lo que es el amor.
Malena Porta y Loana Novelo
3º B