Los amigos del peregrino
Los alumnos de 3º leyeron una novela de Liliana Bodoc llamada El perro del peregrino, que cuenta la
historia de Jesús desde la mirada de Miga de León, su perro: un cachorro al que
el peregrino salva de las aguas del Tiberíades, y que desde entonces lo sigue
en su recorrido...
Aprendí
de mi padre a recorrer las calles.
Mi
padre es andariego y conversador. Se
detiene con gente de distintos olores, los que huelen a satisfacción, los que
huelen a amargura. Yo aprovecho esos
largos momentos para hacer mis recorridos por las calles de Cafarnaún, de
Betania, de Nazareth, porque mi padre nunca está quieto.
Sé
que después volvemos a encontrarnos en algún lugar, y entonces él me sonríe y
yo también.
(…)
Su
madre siempre me pide que lo cuide y yo lo hago.
Nunca
voy a olvidar que me sacó de una bolsa llena de agua. Y nunca voy a amarlo menos.
Liliana
Bodoc
El
perro del peregrino
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A
partir de esta novela, los alumnos de 3º eligieron un personaje de la vida de
Jesús y escribieron una historia desde la perspectiva de ese personaje. Compartimos con ustedes algunos de estos
relatos…
La crucifixión
Me tocaba a
mí, tenía que hacerlo, era mi única opción.
El hombre estaba inmóvil sobre los tablones de madera roja. Así que lo hice. Un martillazo y luego otro, un grito y luego
otro. Poco a poco fueron subiendo la
cruz y se levantaban las voces, llantos, insultos, disculpas…
Las mujeres
lloraban y los hombres también.
Lentamente se estaba yendo, minuto a minuto. Se escuchaban sus gritos de dolor y de pena,
su sufrimiento no acababa ahí.
La lanza entró
entonces, no salió más que agua, ya no había sangre ni vida.
Yo me tuve que
encargar de llevarlo a su sepulcro y me ocupé de taparlo bien. ¿Quién pensaría que estaría allí tan poco?
Ignacio
Silva y Juan Pablo Marenco Mattos
3º
A
El discípulo del peregrino
Me sentí
traicionado, el Mesías que tanto había esperado nos había abandonado. Al haberse negado a iniciar la rebelión
contra los romanos, mostró no ser el mesías que todo zelote esperaba.
-Esto es
inaceptable-, decía uno de mis compañeros zelotes.
-Nos ha
abandonado- le respondí a otro.
No podía
quedarme con los brazos cruzados mientras usurpaban el nombre del mesías.
-Debo hacer
algo- me dije a mí mismo.
Al día
siguiente me reuní con un grupo de soldados romanos.
-¿Tienen el
dinero?- pregunté a los romanos.
Los guardias
asintieron mientras me lanzaban la bolsa llena de monedas de plata.
-Aquel al que
bese, será el que buscan- respondí.
Dicho esto me
acerqué al grupo de discípulos y besé en la mejilla al que alguna vez llamé
maestro.
Entonces, los
soldados romanos se acercaron y apresaron al mesías.
Días después,
llegó la noticia de cómo el mesías había sido crucificado. La persona a la que alguna vez llamé maestro,
había muerto.
Lucía
Colombo y Matías Merlo
3º
A
El primo del peregrino
Así que éste
es mi final. Por caprichos de una mujer,
mis buenos actos ya no importan más. El
sol del desierto picaba en mi nuca, descascarando mi piel escamosa y dejando
ampollas que ardían no más que mis heridas en la espalda a causa de maltratos. Me encontraba inconsciente pero pude notar
que dos hombres me tomaban por los brazos y me arrastraban hasta el centro de
una multitud. En la multitud pude
divisar un niño, cuando por detrás sentí el mango de una espada golpear
bruscamente la parte trasera de mi cabeza y todo se oscureció en un recuerdo.
En un sendero
al lado de un prado, mi primo se encontraba descalzo trepando un árbol de
manzanas, tratando de atrapar una lagartija.
Yo me encontraba jugando con una ramita cuando oí el grito de Jesús.
Se había caído
del árbol y se había hecho un profundo raspón en la rodilla. Corrí hasta el pozo y llené un recipiente con
agua, lo más rápido que pude. Luego me
senté junto a él y le limpié la herida.
-Jesús, eres
muy travieso como yo, pero descuidado- le dije.
-Lo sé, primo,
pero esa lagartija hizo que quisiera atraparla- me contestó.
-No debí
dejarte hacer lo que hiciste, tu herida podría haber sido peor y si mi mamá se
entera…
Y lo que
escuché luego salir de su boca marcó el resto de mi vida.
-Juan, tú eres
dueño de tus propios actos. No fue tu
culpa.
No pude evitar
mi emoción por lo que me había dicho y lo abracé fuerte. Así jamás podría olvidar lo que es el amor.
Malena
Porta y Loana Novelo
3º
B